El pueblo de donde era mi abuela se llama “Paso del Bote”, nunca he sabido a que se deba ese nombre o cual sea su significado pero es el nombre con que se le conoce.
Para llagar allí recuerdo que siempre (quizás en ánimos de estar el mayor tiempo), teníamos que madrugar para así poder tomar el primer camión que nos dejaba a orilla de carretera, en la entrada de terracería que nos llevaba al pueblo. Debíamos caminar una distancia de algo así como unos cuatro kilómetros desde la entrada hasta el pueblo (hasta la fecha es así, salvo que desde luego viajes en auto).
A los lados del camino se podían distinguir siempre que era lo que se había sembrado en las parcelas: tomate, maíz y chile era lo que más recuerdo se veía. Y ya pasando esa distancia entre las parcelas lo que veías al llegar al pequeño pueblo eran las pequeñas casas de llagua pintada con su techado de lámina, grandes árboles y mucha sombra, alguna carreta jalada por bueyes y una tranquilidad enorme. Caminando rumbo a casa de mi abuela y a la distancia de unas dos cuadras sobre la entrada al pueblo, en lo alto por la forma del terreno se construyó la escuela primaria de la que recuerdo mi madre me preguntó una vez al mismo tiempo que señalaba: ¿ya viste la campana? un tanque de gas.
Me acuerdo que había mucho movimiento en razón de que se cultivaban las parcelas y se criaba ganado sin embargo ahora, ya muy poco queda de eso porque la mayoría de la gente a emigrado a ciudades más grandes dentro del país y a los Estados Unidos buscando mejores oportunidades.
Allí, ahumaban en una especia de hornos que excavaban en la tierra los chiles que cosechaban para convertirlos posteriormente en lo que se conoce como “chile ancho” por ejemplo (yo no lo sabía y para ese entonces me sorprendió). En esos mismos hornos, cocinaban la comida que se ofrecía en las fiestas que se celebraban en razón de algún festejado (solo ahí lo había visto a pesar de ser un pueblo relativamente cerca al pueblo donde nosotros vivíamos). Recuerdo también que no había luz, tardó mucho tiempo para que se las instalaran y para cuando llegaba la noche, con lo que se iluminaban en el interior de las casas era con quinqué o con velas, si había un festejo y tocaba un grupo musical en el pequeño salón (no podía faltar), llevaban un generador de electricidad.
En algunas ocasiones mi tía M que sabe hacer pasteles le tocó hacer algunos allá: todo un show. Los panes los llevaba ya hechos y debía ir cargando con todo lo necesario para hacer un pastel, desde un limón o una dulla, hasta batidora manual y base para el mismo. En una de esas fiestas familiares, unos XV años que tocaron en tiempo de lluvia, después de la misa celebrada en la iglesia del municipio y de regreso al pueblo, el camino de terracería se convirtió en lodazal: la carreta en donde íbamos algunos familiares se atascó y mi tía la mamá de la festejada se bajó a ayudar y empujar para que saliéramos en ella.
De ahí es mi familia, la familia de mi abuela y de mi madre y está planeado encontrarnos con esos y otros recuerdos este fin de semana.
Para llagar allí recuerdo que siempre (quizás en ánimos de estar el mayor tiempo), teníamos que madrugar para así poder tomar el primer camión que nos dejaba a orilla de carretera, en la entrada de terracería que nos llevaba al pueblo. Debíamos caminar una distancia de algo así como unos cuatro kilómetros desde la entrada hasta el pueblo (hasta la fecha es así, salvo que desde luego viajes en auto).
A los lados del camino se podían distinguir siempre que era lo que se había sembrado en las parcelas: tomate, maíz y chile era lo que más recuerdo se veía. Y ya pasando esa distancia entre las parcelas lo que veías al llegar al pequeño pueblo eran las pequeñas casas de llagua pintada con su techado de lámina, grandes árboles y mucha sombra, alguna carreta jalada por bueyes y una tranquilidad enorme. Caminando rumbo a casa de mi abuela y a la distancia de unas dos cuadras sobre la entrada al pueblo, en lo alto por la forma del terreno se construyó la escuela primaria de la que recuerdo mi madre me preguntó una vez al mismo tiempo que señalaba: ¿ya viste la campana? un tanque de gas.
Me acuerdo que había mucho movimiento en razón de que se cultivaban las parcelas y se criaba ganado sin embargo ahora, ya muy poco queda de eso porque la mayoría de la gente a emigrado a ciudades más grandes dentro del país y a los Estados Unidos buscando mejores oportunidades.
Allí, ahumaban en una especia de hornos que excavaban en la tierra los chiles que cosechaban para convertirlos posteriormente en lo que se conoce como “chile ancho” por ejemplo (yo no lo sabía y para ese entonces me sorprendió). En esos mismos hornos, cocinaban la comida que se ofrecía en las fiestas que se celebraban en razón de algún festejado (solo ahí lo había visto a pesar de ser un pueblo relativamente cerca al pueblo donde nosotros vivíamos). Recuerdo también que no había luz, tardó mucho tiempo para que se las instalaran y para cuando llegaba la noche, con lo que se iluminaban en el interior de las casas era con quinqué o con velas, si había un festejo y tocaba un grupo musical en el pequeño salón (no podía faltar), llevaban un generador de electricidad.
En algunas ocasiones mi tía M que sabe hacer pasteles le tocó hacer algunos allá: todo un show. Los panes los llevaba ya hechos y debía ir cargando con todo lo necesario para hacer un pastel, desde un limón o una dulla, hasta batidora manual y base para el mismo. En una de esas fiestas familiares, unos XV años que tocaron en tiempo de lluvia, después de la misa celebrada en la iglesia del municipio y de regreso al pueblo, el camino de terracería se convirtió en lodazal: la carreta en donde íbamos algunos familiares se atascó y mi tía la mamá de la festejada se bajó a ayudar y empujar para que saliéramos en ella.
De ahí es mi familia, la familia de mi abuela y de mi madre y está planeado encontrarnos con esos y otros recuerdos este fin de semana.
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