Muchas veces al caminar por la calle, por las prisas o la costumbre, por tener nuestra mente ocupada en prioridades o porque simple y sencillamente no nos interesa en lo más mínimo ni absoluto el tema, no levantamos la vista para observar todo lo que arriba de nuestras cabezas existe.
Algo tan obvio y que allí se encuentra, inmóvil y estático, tan grande y con tantos detalles, formas y hasta colores y que en lo personal de repente se escapan de mi vista. En fin.
Por alguna razón la arquitectura me es fascinante y es que, los estilos en que los edificios han sido construidos no dejan de sorprenderme. Todos sin excepción siento que han sido construidos con una intensión que va más allá de ser un mero refugio o de ser un comercio o lugar de trabajo: veo siempre en menor o en mayor grado un toque de belleza y de imponencia. Un toque de buen gusto que trata de decirnos algo.
Algo tan obvio y que allí se encuentra, inmóvil y estático, tan grande y con tantos detalles, formas y hasta colores y que en lo personal de repente se escapan de mi vista. En fin.
Por alguna razón la arquitectura me es fascinante y es que, los estilos en que los edificios han sido construidos no dejan de sorprenderme. Todos sin excepción siento que han sido construidos con una intensión que va más allá de ser un mero refugio o de ser un comercio o lugar de trabajo: veo siempre en menor o en mayor grado un toque de belleza y de imponencia. Un toque de buen gusto que trata de decirnos algo.
¿Acaso ya observaste los balcones y ventanas, nichos y hornacinas que existen en las edificaciones de las calles por las que caminas?
Existen detalles bellísimos que sorprenden.