La noche de anoche quería salir ya de la oficina, no me
sentía cansado pero por alguna razón quería salir a mi hora ya que generalmente
por una u otra razón, no se sale en ella. Al mismo tiempo sabía debía de bajar
cierta información para entregar a otros Departamentos y aunque “podía esperar”
al otro día para hacerlo, no quería irme sin hacerlo y saber lo tenía pendiente.
Podía hacerlo, por lo que me quedé hasta terminar sin importar saliera más
tarde. El terminar y dejar el día laboral concluido me satisfizo.
Tomé el autobús que me llevaría a casa y a pocas cuadras una
señora ya grande de edad hizo la parada al mismo. Alcancé a escuchar que
preguntaba al conductor si la podía llevar pero, no sabía el porqué. El
conductor abrió la puerta trasera para que ella subiera mientras que al mismo
tiempo nos pedía a un muchacho y a mí la ayudáramos a subir con sus cubetas.
Eran por lo menos 12, algunas vacías aparentemente y otras pesadas, con algo,
muy limpias estas y estandarizadas, todas iguales.
Nos agradeció y como le hice plática, me contaba que era la
vez número 74 que el autobús que la lleva a su pueblo la dejaba, era el último
del día. No la quieren subir (con razón o sin ella desde mi punto de vista, desde
luego por sus cubetas) por lo que este autobús donde íbamos la acercaría a
donde vive, estando el pueblo donde está su casa ya a 30 minutos. Platicamos un
poco más sin percibir yo, la Sra. renegara, se quejara o diera detalles de más,
todo quizás a propósito del porque llevaba tanta carga. Me comentó era viuda de
hace no recuerdo cuantos años y hace otros pocos menos años su hijo murió por
lo que es sola. Llegó el momento de bajarme. No sé qué haría ella una vez que
llegara a la terminal del autobús porque aún faltaba tiempo y distancia para el
llegar a su casa y autobuses, ya no había.
La fortaleza física y emocional de la Sra. llamó
poderosamente mi atención. Me dijo sin hacerlo y percibí tanto de ella, que
sería muy extenso describirlo y lo mejor aún: si pensaba siquiera que había
tenido yo un día pesado, me percaté una vez más que siempre hay personas que somos
privilegiadas porque, en las circunstancias en que estemos, podrían tocarnos
situaciones aún más adversas, como las de esta Sra. en donde no es tan solo el
hecho de contar con un trabajo pesado e incómodo, que guste o no, si no también
aceptar lo que la vida o el destino nos dé o quite.