Thursday, February 12, 2009

San Horacio.


Me subía al autobús y divisé un par de asientos desocupados: ahí me sentaré, me dije. No, mejor acá, junto a la ventanilla.

A las pocas cuadras se subió una hermosa joven que no por bella, era ligera de peso: estaba digamos algo pasadita de peso. Se sentó junto a mi.

Como iba junto a la ventanilla quedé por unos 20 minutos inmovilizado desde que se sentó la chava hasta que llegué a la parada en la que me bajo para llegar a casa. No quise hacer muchos panchos por obvias razones y es que la chava si invadía parte de mi asiento.

Lo primero que se me vino a la mente y que en todo el trayecto recordaba (a propósito del carnaval del que pronto iniciarán sus festejos) eran los espacios que venden en las gradas que son montadas para observar el desfile: unos espacios que cada vez son más reducidos y en donde quien sabe como e independientemente de que tamaño tengas tu cabus siempre tienes que caber.

En esta ocasión como a veces en cada desfile te acuerdas de San Horacio, por tener una de tus nalgas en el espacio.

Aclaración: Estas no son mías pero muestran lo que tienes que hacer cuando tienes un espacio muy reducido para sentarte: pararte. Un ejemplo de lo mal que quedan después de un largo desfile opacando el panorama.