Monday, December 28, 2009

Inocente palomita.

En un 28 de diciembre, pero de mil novecientos quien sabe de que año, me dirigía con mi amigo G a la terminal de autobuses con destino a nuestros pueblos. Salíamos del trabajo y decidimos tomar un taxi.

El se fue adelante y yo, obvio me senté en la parte posterior. No fue sino hasta que nos tendríamos que bajar del taxi, ya casi en nuestro destino final, cuando me percaté de que había una billetera en el asiento aparentemente olvidada.

Cielos!... ¿pobre de quien la haya perdido?, pero por otro lado,… ¿y si Diosito por algo me la estaba mandando?, no esta bien pero…, achhhhh ¿la tomo…, o no la tomo?, ¿la tomo…, o no la tomo?, ¿la tomo…, o no la tomo?, íngezu: la tomo.

Pos no, Diosito no me la estaba mandando: había sido el taxista que jugaba una broma a todos sus pasajeros en este día. La billetera estaba bien amarrada y al momento que te querías bajar con ella parecía decir esta: “eeeepa, a donde vas conmigo?”

Obvio caí redondo y con eso tuve para que G se riera de mi un buen tiempo.


“Inocente palomita que te dejaste engañar”